lunes, 14 de mayo de 2018

SILVIA CUEVAS-MORALES



Hay noches

Hay noches en que mis dedos
se vuelven torpes,
que no atinan a encontrar el sosiego,
que buscan a tientas ramas y hojas,
intentado aferrarse a las raíces
que el calendario hace crujir
con el inexorable paso del tiempo.

Hay noches en las que me pierdo
en fotos desvaídas,
en las que intento hallar la paz
garabateando versos en las paredes.

Noches en las que me invade la nostalgia,
los recuerdos que creemos enterrados
pero que de repente afloran
quitándonos la respiración,
clamando en medio del silencio.
Un gesto familiar, una sonrisa,
unas manos que nunca más acariciaremos,
unos ojos, cuya mirada jamás volverá a brillar.

Hay noches,
en las que me nacen todos mis muertos. 



Derrumbe

A veces nos arrancan la alfombra de raíz,  
emergen afilados clavos desde las puertas,
los caños oxidados mascullan en los muros
y un sátiro se burla por detrás del espejo.

A veces inventamos estultas artimañas
o ponemos vendajes de gasa entre las fisuras,
con la pueril convicción de que nuestra morada
no se derrumbará sobre nuestras espaldas. 

Hay días en que vibran los cimientos con fuerza,
las bombillas explotan soltando llamaradas,
y arrastramos los miembros cual pesado equipaje 
henchido de recuerdos y pérdidas de antaño.

Desde nuestros bolsillos rotos caen los odios,
las disculpas tardías, todos los menosprecios.
Ruedan como canicas por tablones ajados
hasta desaparecer en un rincón desierto.

Días que las goteras se escurren desde el techo
igual que las lágrimas que anegan tus pupilas.
Las puertas que se atascan, las ventanas se sellan
y tu pecho se hincha saturado de gas.

A veces hay que dejar que la oscuridad venza,
aullar como una loba y bajo los escombros
recoger las esquirlas, apartar los cascotes 
para reconstruirse o entregarse a Satán.

24 de junio de 1975

Un 24 de junio
no encendí ninguna hoguera.
Hienas uniformadas
ya habían alimentado el fuego con libros,
atizándolo con cizaña,
pisoteando con sus botas los rescoldos.

No salté por encima de las llamas,
sobrevolé las nubes,
despidiéndome de la cordillera,
de la araucaria,
llevando toda la incertidumbre
incrustada en mi piel.

No me sumergí en las olas,
sobraban cuerpos flotando
en las turbias aguas de un río,
cuyo nombre
se enquistó en mi memoria.

No me enjugué las lágrimas
ni quise mirarme en un espejo
ni escribir promesas en un tronco,
sólo quemé mi pasaporte
sabiendo que no regresaría jamás.

Un 24 de junio,
mi padre se sumió en las cenizas
de un ayer por el que luchó con ahínco.
Mi madre dejó de hilvanar sueños
y se rindió al cáncer,
incapaz de colmar el vacío de su alma.

Y yo sigo cruzando fronteras,
garabateando versos,
que exorcicen ese pasado
que cada veinticuatro de junio
me desgarra entre sus zarpas.


¡Estoy harta!

Estoy harta de tus besos que no besan
harta de mendigar unas horas para salir sola,
cansada de mirar el techo y permanecer quieta
cuando buscas tu placer a toda costa.

Cansada de tus abrazos de propina
fatigada de dormir siempre alerta
aterrada con los portazos que me despiertan...

Abatida de ocultar mi mirada delatora
ofuscada de censurar las palabras.
que sueñan      
con salir a gritos       
de mi boca.

Avergonzada de esconderme de los míos
para que no vean las huellas que me dejas.
Hastiada de amoldarme a tus caprichos,
ahíta de tus falsas excusas
cuando recurres a la humillación y a la violencia.

Perturbada al sentirme tan indefensa
asfixiada estoy de tu prepotencia,
que a todas horas me anula
me controla
me desespera.

Pero a pesar del miedo
no has logrado arrebatar toda mi fuerza.
Introduzco mi vida en una maleta
y con mano firme,        
abro la puerta.



¿El fin de la violencia?

Coches calcinados
Corazones desesperanzados
Cócteles Molotov
Estudiantes apaleados
Cristales rotos
Familias desahuciadas
Bombas racimo
Civiles asesinados
Misiles autodirigidos
Pozos de petróleo saqueados

Policía montada
Sin papeles acorralados
Atentados suicidas
Guantánamos legales
Fuerzas del orden militarizadas
Manos solidarias en alto
Mercenarios del estado
Candados en la basura
Multas por dormir al raso

Celebremos el fin de la violencia
Pero ¿para cuándo la violencia del Estado?


A veces siento
que las paredes murmuran
a falta de amigas,
de familia.
Que cada noche se acercan sigilosamente,
robándome el poco espacio en que respiro.

Hay días en que el techo
se desprende a trozos.
Que las luces me interrogan
cada vez que me insultas.
Que mi cuerpo se tensa,
cuando la llave en la cerradura gira.
Que el suelo cruje bajo mi miedo
cada vez que tu sexo me roza. 

Noches en que las ventanas se cierran
como tu puño en mi cabeza.
La gotera del grifo me hace preguntas,
el reloj martillea esperando respuestas.

Y lo peor de todo es que a veces,
quisiera desaparecer
bajo los escombros.

Silvia Cuevas-Morales nació en Chile. En 1975, emigró a Australia tras el sangriento Golpe de Estado, y a finales de los noventa se radicó en España. Su obra ha sido publicada en más de treinta antologías internacionales y ha sido traducida a diversas lenguas. Autora de siete poemarios, dos libros de relatos y dos diccionarios sobre mujeres en la historia y en la literatura. Entre sus premios, Silvia recibió el Grand Prix des Arts, otorgado por la Academia Internacional Orient-Occident, (Rumanía, 2011) y el Premio “Participando Creamos Espacios de Igualdad”, otorgado por el Consejo de las Mujeres del Municipio de Madrid, en la categoría de Arte y Cultura (2016).

Si quieres leer una biografía más extensa, puedes hacerlo en este enlace: https://es.wikipedia.org/wiki/Silvia_Cuevas_Morales

O reseñas a algunos de sus libros:

Apátrida: Diario de un destierro / Stateless: Diary of an exile.

Rodaré maldiciendo: poemas y arte callejero. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=76312

Canto a Némesis: poemas de una extranjera:

Diccionario bio-bibliográfico de autoras que escriben en castellano. Siglo XX.










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