lunes, 14 de mayo de 2018

MARINA TAPIA




Almuñécar

«Esta ciudad de náufragos te espera»

Pamela Pérez




Y bajo hasta Almuñécar,

como quien baja a un pozo,

hasta su propio abismo

rural y necesario;

camino hasta los valles

del mar donde la vida

oscila

en nuestro margen.

Y juego a ser palmera

o piedra de un castillo,

imito aquel asombro de los pasos

y alivio al corazón

en el paisaje verde

de tus ojos.

Viene la paz, se sienta

y nunca necesita dar aviso

(pues ya la reconoce mi emoción)

Cuántas ciudades blancas

tengo que caminar para encontrarme.

Cuántas plazas guardar en la memoria

para volverme niña

y sílaba-gaviota.

Sabrás que no temí,

que ya he llegado, madre

y mi cuerpo será de la tierra.


Torre de la Cautiva

Yo quiero ser aquella, la cautiva,

la que nunca se muestra

y crea en torno a sí

leyenda,

cielo,

pájaro.

Yo quiero…

pero soy

abierta cicatriz,

una piedra

perdida

en el musgo.

Mi luz está en el fondo,

la enciendo en esa noche que no archivas.

No culpo a tu cadera

que acerca su pujanza a la vitrina

o detiene sus ojos en sólidas mujeres,

en dinteles perfectos…

Haga su apresto el tiempo

y quede lo más firme de mí sobre la bruma.


Postal desde Granada

Valparaíso está.

Se ha mudado a estas calles,

ha volcado la mar en la sierra

y vuelve -como náusea- con su peso.

¿No le oyes, acaso?

apuntala las puertas que caen,

da licencia a la hechura del aire

y luego, complacido,

camina al mirador

más alto

para verse.

La torre de la vela le contiene

o la palmera, el friso, algún recodo.

Él sabe de su reino.

Él sabe de su lengua curadora.

Tan sólo necesita mi nostalgia.


Razón del desembarco


I

Estoy aquí, Granada, ante tus cielos amplios,

ansiosa,

seca,

náufraga.

He llegado.

Con mi atril-ataúd,

con las ceras que no arden,

y este ato de ropas vacías.

Hasta tu fortaleza de leones,

hasta el olor a almizcle y hierbabuena.

Voy por tus casas blancas,

desnuda, para asir

la luz que nos regalas cada día.

Escondo en las ranuras de tu muro

mi plegaria, el dolor

que creció como fruto.

Y abres

tu máquina de hacer atardeceres

a este perfil

deshecho en la avidez.

Ha sido necesario

bajar a tus baldosas,

librar esta batalla con la sombra,

para volver a mí

por tu camino.


II

La vida es la que arrastra,

la vida

no me deja hacer planes,

deshace mis maletas,

ata piedras al helio que asciende.

Escúchala, que viene,

se parece a una audaz cuidadora de pollos,

al antojo, a un remedio

incapaz de curar.

Ha perdido mi norte en su bruma.

¡Ay! La vida

se disfraza de paso y me lanza a sus calles,

no me deja inclinarme al sosiego.

Firma cartas, parodia,

extravía mi ajuar

(esos versos que guardo al amor)

Fue la vida, no yo

la alquila a mi nombre

esta nueva ciudad.


III

Él me mostró Granada entre la bruma,

me dijo, que la Alhambra,

domesticaba al sol si es necesario.

Él me buscó un refugio entre la piedra.

Y la luna de Lorca

de lejos tutelaba los enjambres.

Grité en el Sacromonte

con esa voz quebrada del gitano

y abrí, por fin, la jaula de mi risa.

Quédate en mí, Granada,

Acaso te complazca que me vuelva

alpiste, agua, fuente de unos versos.

Acaso,

mi corazón de agujas te remiende.

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