miércoles, 11 de abril de 2018

MARIANELA PUEBLA


ALGUIEN GOLPEÓ
Alguien golpeó los cristales del alba,
dejó sus huellas húmedas sobre las nomeolvides
y sus lágrimas resbalaron en el rostro de una triste margarita.
Alguien continuó su marcha liviana
despertando madrugadas,
esculpió la noche en mis ojos, desató
un insólito invierno en primavera.

No se detuvo, zigzagueó las murallas en busca de una puerta,
un escape que no hubo.
Se arrinconó sumiso en el umbral del silencio
y espero la eternidad sin límites.
Esperanzado en encontrar una brecha, una minúscula grieta
y esfumarse, hacerse suspiro,
volando en un pensamiento se hizo lluvia.

Alguien ya no está, dejó una estela de desdicha
un llanto deslizándose de un sauce,
un manantial brotado de la piedra.
Su ausencia duele y avasalla el aroma de los naranjos,
acongoja el canto de las chicharras,
y luciérnagas apagan sus pequeños faroles.

Alguien escapó cuando la noche bostezaba
y una metáfora abría su corola perfumada.
Sigiloso, con pisadas desnudas rozando el universo,
envuelto en un silencio cómplice.
Quedó todo alborotado, sin respuestas,
enfilo, quién sabe, tras un llamado, un susurro
ininteligible se escuchó sin dejar rastros.

Alguien no quiso dar su nombre bajo el arcoíris
y huyó más allá de las estrellas, 
una ráfaga de lamentos húmedos
cayeron sobre las desamparadas amapolas
y no hubo a quién preguntar
cuando el velo de su noche recordó que era de día.

Alguien ya no está, no estará para escuchar su risa,
no habrá atardeceres ni madrugadas
llenas de violines y grillos afanados con sus melodías.
Todo ahora parece irreal, un sueño, mejor dicho, una pesadilla.
Me recostaré en el regazo de la ausencia,
tal vez despierte, de este lapso incoherente de la memoria.

ABISMOS

 Precipicios del silencio abren sus fauces
en donde voces agónicas emergen.
Imploran desde sus profundidades con gritos tácitos,
milenarios crujidos de corteza en su estado primordial.
Flores de magma en constante movimiento
suben por las grietas sofocadas de impaciencia
y despliegan sus alas, mariposas engarzadas
en líquidos metales.

Los elementos, arquitectos de los abismos,
cumplen sus designios con admirable destreza
y apaciguan las voces de la tierra desplegando
lágrimas del cosmos sobre sus heridas abiertas.

En la espiral del tiempo
hemos venido una y otra vez a enlazar
nuestros destinos,
caemos en los precipicios de la muerte
y clamamos desde sus abismos por otra oportunidad.
Alguien dice que los dioses no están contentos,
que todo este torbellino es irreversible.

En su mudo deambular eterno
la tierra da a luz esperanzada, lanza su aullido perpetuo
abriendo sus entrañas a la nueva vida
y en ese momento, todo lo pretérito cae
absorbido por la profundidad irascible del espasmo.
La voz de la llaga convertida en polvo
toma el vuelo buscando su origen más allá de las estrellas.

La partícula dios,
manipula a su antojo los destinos de la humanidad
en hallar   una nueva fórmula,
la receta con los ingredientes perfectos de la existencia,
su origen, la creación y posible destrucción.
Sin embargo, los abismos guardan sus secretos con alevosía
y no darán respuesta,
cerrarán sus profundidades, acallarán los clamores
antes de que el humano en su incesante búsqueda
apriete el botón del exterminio.
Por eso,
será sólo un repicar de campanas grises anunciando
la voz que no queremos escuchar.

AMADEUS

Amadeus yace recostado en la playa
su cuerpo oxidado es lamido por la ola
una y otra vez.
Por entre las vértebras de su esqueleto roído
anidan cientos de pasajeros obligados,
jaibas y ostiones se cobijan y le piden protección.

Oh Amadeus, ¿cómo llegaste allí?
¿Qué ola tan grande levantó tu armadura
de fierro y madera y te encalló en la arena?
¿El litoral de los poetas te sedujo en busca de paz,
 y te dejaste ir con tus dolencias a cuestas 
cuando la marea empujó tu frágil estructura?

¿Cómo perdiste la dignidad,
el orgullo que tenías al navegar las costas?
Arreciando tempestades, no le temías a nada.
Inflabas velas, tronaban tus mástiles,
y la quilla de acero se alzaba como una columna vertebral
con sus cuadernas.
Elevabas ancla, y un enjambre bullicioso de gaviotas
te acompañaba hasta el horizonte,
abriendo un camino de noctilucas proa al destino,
te alejabas ululando un ronco silbido.

Amadeus, viejo barco ballenero, te venció la codicia,
el afán de perseguir la victoria.
Ahora los dedos de sal penetran tus heridas,
muerden tu esqueleto quejumbroso
y te roe el viento desde la popa a la proa,
en busca del timón y enfilar rumbo.
Los cangrejos moradores te circundan
en el silente deambular de las sombras,
pequeños fantasmas peregrinos
alzan sus tenebrosas pinzas,
hambrientos de historias de lejanos viajes
en ultramar.

Viejo barco, huérfano de todo,
sin tierra ni futuro, sin capitán,
abandonado por el tiempo en luna llena,
perdidos soles y caducos eclipses.
Tienes una plegaria en tus labios fracturados
cuando te mece el vaivén de las mareas.

Amadeus, anciano moribundo,
cada golpe del mar que infructuoso
amenaza con ímpetu mortal tu estadía,
estremece los cimentos de tu carcasa.
Tus acerinos pies desollados se hunden cada vez más en el olvido.
Eres sólo un náufrago con un errático pasado,
un armazón de fierros carcomidos por el mar,
 sosteniendo en el aire el arpón tras una imaginaria caza.

Amadeus, deja de soñar, eres una triste fotografía en sepia
lamida por las olas, acunada en brazos de sal.
Tus huesos reclaman el descanso,
un sitio donde reposar tanto rugido de mareas.
Cada instante es más doloroso, los pernos que te mantenían
altivo caen en la sedienta arena.

Todo en ti es un quejido lastimero
que retumba en la noche tranquila,
cuando las olas ronronean sumisas y los cardúmenes
asoman sus cabezas para contemplar la luna.

Amadeus, te adormeces poco a poco
con el recuerdo de una música celestial,
mientras lentamente tu estructura
va quedando esparcida sobre la playa
con el estoicismo de un beso marino.

HOMBRE DE LAS PROFUNDIDADES


Cansado del alma vagas hombre de mirada oscura,
de desgreñados cabellos, sudor y duelo.
Cansado de arañar  la tierra, extraer sus vísceras metales,
de oscurecer tu rostro
el ferruginoso cobre te ha hermanado.

Hombre minero, trabajador, entras al filón del desconsuelo
sin saber si volverás a ver  mañana, el azul del cielo en despedida,
el pájaro, el árbol, la montaña, el rostro infantil, el de tu casa.

Llevas el sabor amargo de la  eterna noche
que camina  túneles  y arterias,  se adentra como sombra
a tu cuerpo  en agonía.
¿Reposarán algún día tus estrellas en el firmamento
de una verdadera noche?
¿O quedarás como quedan algunos cuando el socavón
los ha desconocido?

Hombre convertido en mineral, en piedra,
párpados que olvidaron la luz del día,
no lo sabes, pobre de ti, no lo sabrás nunca:
bajo el casco ennegrecido, tus ojos no han dejado de cuidar
los sueños refugiados  en la almohada.

Noches oblicuas te circundan sin más luz
que el  encendido fósforo de tu frente,
sin más calor que el reflejo cálido de la tierra.
Hombre minero, recio, cada vez que bajas al abismo espacio,
la muerte compañera  se te adhiere como sombra,
te sigue, no te deja, y apremia  en cada esquina
el momento que caigas en sus brazos.

Mas tú no  temes, bajas decidido a la batalla,
entras con coraje en las venas  mismas,
el corazón turbulento y rojizo de la tierra.
Y  cada pedazo,  cada gota de  petrificada sangre,
lágrimas cetrinas que emergen a la superficie,
llevan parte de tu integridad adjunta
en el ir y venir  las galerías.

Porque ya eres parte de la piedra:
eres  metal, polvo cósmico en la roca,
el ADN, la enigmática Gea que se adentra por tus poros,
en cada  paso, en la huella y en el aire que respiras.

Hombre profundo de mirada oscura,
perteneces a la tierra, estas ligado al útero del magma
 eres más que  sangre, su propio cuerpo
y no podrás desasirte de su  oscuro abrazo
hasta la noche en que reclame tu estadía.


EL GRITO

El grito sale de la tierra, zigzaguea pidiendo auxilio,
marca la arena reseca y levanta una polvareda.
Lo han visto caminar enloquecido, azotar las paredes,
golpear puerta tras puerta
pero nadie escucha,
nadie abre los brazos para recibirlo,
consolarlo,
nadie abre la boca y denuncia.
Todos se asustan, ponen cerrojo,
clausuran las cortinas.
Tienen miedo, un miedo feroz.

La muerte es cosa seria, no se detiene a contemplar,
sólo arrasa,
devasta,
allana,
deja lágrimas de impotencia difícil de remediar.

El grito permanece titilando en los brazos del viento
que multiplica sus voces,
voces de mujeres,
voces sepultadas que afloran en desconsuelo,
voces que están allí, cerca,
asesinadas,
en donde el tiempo se detuvo,
quedan abrazadas a una artesanal cruz de madera,
lo único que las identifica.

El grito se ausenta
agotado por tanta indiferencia.

Mañana volverá, tal vez...
Tal vez alguien lo escuche...


DESAMPARO

El cielo estalla, lanza sus puñales transparentes
sobre la desesperanza del hombre.
Muerde los rostros, se desliza avasallando los sembrados
y decapita las nacientes hortalizas.
Vocifera con su voz  tronante,
amenazando quedarse por un largo tiempo.

Caen sus colmillos encendidos
llagando los indefensos surcos,
la débil y desamparada semilla
fenecida por el rigor  e inclemencia del tiempo.

¿Dónde ha quedado el arcoíris  de risueño colorido,
lágrimas verticales prendidas
entre los hilos sutiles de la telaraña?
El viento solo vocifera con voz grave,
anuncia una tregua, un soplo de calma,
algo incierto desde luego,
una cornucopia inagotable como si
aun el trueno hubiera hecho del valle su  lid,  su morada.

Los pájaros aúllan colados de miedos,
mientras las  pesuñas del Siroco desgarran
los nidos, mordisquean los huevos y roban plumas
valiosas en un abrigo de invierno.
Seres deambulan los destrozados sembradíos,
regañan a sus dioses con un dolor que les
corroe los huesos
y les abniega los ojos una lluvia salobre.

El desamparo se adueña de la calma,
libera la soledad y  el hambre se desboca
con su voz ausente de pan.
Desvalido el hombre de los surcos
va recogiendo su  siembra de sudores
para alimentar con una tenue esperanza
los estómagos vacíos de su simiente.





Nació en el puerto de Valparaíso, Chile. Escribe desde la edad de 9 años. Posee numerosos libros inéditos de poesía tanto para niños como para adultos. Lo mismo pasa con su género cuento. “Nuestro Secreto” es su primera novela   dedicada a niños (as) y jóvenes, la cual recibió una Beca de Creación Literaria 2009, otorgada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes  de Chile.  Escritora y poeta con premios internacionales (Canadá, México, Inglaterra, Chile y España).Ganadora de Los Juegos Florales de Ciudad Guzmán, Jalisco, México 2004.