lunes, 16 de abril de 2018

MÓNICA MONTERO



Lo que he perdido
He perdido mi cédula de identidad,
la tarjeta RUT,
                      la BIP
Un anillo de acero quirúrgico,
                             la inocencia.

He perdido a Dios,
algún diente,
la esperanza.
Un libro de Jodorowsky
                                rasgado.

La fotografía de mi madre,
Un hermano.
No está en la cárcel
ni en el manicomio.
No está muerto
Lo he perdido

Así se pierde el cuchillo
hundido en la carne.


EN PAZ
Un día estaré tan vieja,
tan sorda y ciega,
que te veré en el rostro
de un amigo de mis hijos.

¡Olecram!..Exclamaré,
con mi vocecita, de gata enferma
al verlo entrar en la sala.

Él, intentará en vano, explicar,
que su nombre es: Gabriel,
o tal vez Pedro…

Se despedirá urgido
nervioso ante mi insistencia
de llamarlo Olecram,

lanzará antes
una mirada  de lástima
a la pobre vieja loca.

-Adiós, Olecram, vuelve pronto- le diré
alzando mi rugosa mano.
-Adiós señora, dirá el hombre-
Yo convencida de haber visto tus ojos
abiertos y encendidos.
Podré por fin, cerrar y apagar los míos.



Glacial

Hace frío en las calles,
un frío violento que perfora los huesos,
yerma las avenidas.

Los niños se escapan a los arenales.
El frío les sigue,
les pisotea los talones desnudos,
les rasga la sombra blanca del secreto,
los arrastra.

Devastados los niños se dispersan
se adentran en las caletas
se vuelven cojos
tuertos, veteranos.

Pronto  se les hunden los dientes
les crece el espanto,
se quedan mustios,
y castigan a Dios.

Los niños no volverán al colegio.
Ni a la casa de la abuela,
a comer galletas.

Emigrarán las cárceles.
A la sombra de las palabras y perpetuos,
vagarán sus recuerdos infantes.

Hace frío, mucho frío
y no es invierno.


La Condena

Tuve que construir sola mi casa
vivir en ella sin habitarla.
-Los cigarros matan el hambre,
cuándo el hambre muele las tripas-
dice, la flaca que vende seguros de vida.

Mis pasos todos equívocos
me llevaron a los confines
nunca caí tan bajo, nunca solté la vida.
Aun lapidada en la plaza del pueblo
tendí mis amantes como trapos sucios.

Me corrompí en el anhelo de la palabra.
Cortaron mi pelo,
Me arrastraron
llenaron de hojas secas mis palmas
alcé la voz al cielo, y este cayó en mi nuca.

Las sobras de las sobras puse sobre la mesa
y mis hijos lamieron los huesos.
Hay que trabajar para comer
-le dije a mi niño-

Lo arropé hasta las orejas.
Se quedó solo frente al teléfono
Luego la fiebre lo elevaba.
Había  que comprar remedios,
Parafina,
un anafre, donde calentar el caldo.

-Un día de estos vendrá el papito-
             Yo mentía
el crío se pegaba a mis costillas.



Pendencia

Has construido el peor de los fracasos
No despiertas compasión alguna
no me trago tu desdicha
ni el arrepentimiento que comentas.

Que sea otra la que te perdone,
que esa otra, crea tu pesar.
Que  ella te llene de tierra y te lleve rosas.

Dejaste tu sangre correr...
tuve que lamerla.
No contento con el daño
te excusaste en mis faltas.

Reniego de la hora en que mis hijos
te buscaron en el horizonte.
Maldigo, sí, yo maldigo el dolor de ellos,
sus sueños desplumados.

Les vi llorar a escondidas
escuché tu nombre en sus oraciones,
a veces la fiebre les destrozaba las sienes
tu mezquindad les robaba la risa.

Tuve que hacerme de piedra las navidades
el día del padre y los cumpleaños.
Tuve que hacer de la vida
un canto para el olvido.



Mónica Montero
DE : VARONA Y CANTOS A OLECRAM

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