Huida
Las axilas del ángel
huelen a promesa rota.
Se detuvo el carromato en
la funeraria de la esquina
bajaron una monja
congelada con una gran sonrisa abierta
sobre la calle como un
temblor espléndido.
La muerte se ha
enseñoreado
su peluca maltrecha
perfuma los rincones
paraliza el trafico
interrumpe programas
culturales.
Se desploman inerte los
poetas
se cortan las venas
en alaridos que silencian
los ruidos de la noche.
Cuelgan desnudos los
cadáveres.
Ya no fornicarán.
Ya ninguno querrá orinar
en un rincón cualquiera
Toda preparación o
diploma resultaría inútil
en esta situación
resuelta para siempre.
Los deudos gimen,
escriben con tiza verde
sobre las paredes blancas
maldiciones que a todos
aturden y a ninguno
alcanzan, ataques a dios,
al demonio, a quien sea.
Bajan las cortinas los
hoteles, cuelgan carteles
pidiendo conmiseración
los almacenes
ya nadie negocia sin
antes pedir la extremaunción.
Los sacerdotes empeñan
candelabros
las ancianas manosean relicarios
y un gato gris huye
sobresaltado por el callejón
que conduce a una nueva
geografía.
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