ALGUIEN GOLPEÓ
Alguien
golpeó los cristales del alba,
dejó sus
huellas húmedas sobre las nomeolvides
y sus
lágrimas resbalaron en el rostro de una triste margarita.
Alguien continuó
su marcha liviana
despertando
madrugadas,
esculpió la
noche en mis ojos, desató
un insólito
invierno en primavera.
No se
detuvo, zigzagueó las murallas en busca de una puerta,
un escape
que no hubo.
Se
arrinconó sumiso en el umbral del silencio
y espero la
eternidad sin límites.
Esperanzado
en encontrar una brecha, una minúscula grieta
y
esfumarse, hacerse suspiro,
volando en
un pensamiento se hizo lluvia.
Alguien ya
no está, dejó una estela de desdicha
un llanto
deslizándose de un sauce,
un
manantial brotado de la piedra.
Su ausencia
duele y avasalla el aroma de los naranjos,
acongoja el
canto de las chicharras,
y
luciérnagas apagan sus pequeños faroles.
Alguien
escapó cuando la noche bostezaba
y una
metáfora abría su corola perfumada.
Sigiloso,
con pisadas desnudas rozando el universo,
envuelto en
un silencio cómplice.
Quedó todo
alborotado, sin respuestas,
enfilo,
quién sabe, tras un llamado, un susurro
ininteligible
se escuchó sin dejar rastros.
Alguien no
quiso dar su nombre bajo el arcoíris
y huyó más
allá de las estrellas,
una ráfaga
de lamentos húmedos
cayeron
sobre las desamparadas amapolas
y no hubo a
quién preguntar
cuando el
velo de su noche recordó que era de día.
Alguien ya
no está, no estará para escuchar su risa,
no habrá
atardeceres ni madrugadas
llenas de
violines y grillos afanados con sus melodías.
Todo ahora
parece irreal, un sueño, mejor dicho, una pesadilla.
Me
recostaré en el regazo de la ausencia,
tal vez
despierte, de este lapso incoherente de la memoria.
ABISMOS
Precipicios del silencio abren sus fauces
en donde voces
agónicas emergen.
Imploran desde
sus profundidades con gritos tácitos,
milenarios
crujidos de corteza en su estado primordial.
Flores de magma
en constante movimiento
suben por las grietas
sofocadas de impaciencia
y despliegan
sus alas, mariposas engarzadas
en líquidos
metales.
Los elementos,
arquitectos de los abismos,
cumplen sus
designios con admirable destreza
y apaciguan las
voces de la tierra desplegando
lágrimas del
cosmos sobre sus heridas abiertas.
En la espiral
del tiempo
hemos venido
una y otra vez a enlazar
nuestros
destinos,
caemos en los
precipicios de la muerte
y clamamos
desde sus abismos por otra oportunidad.
Alguien dice
que los dioses no están contentos,
que todo este
torbellino es irreversible.
En su mudo
deambular eterno
la tierra da a
luz esperanzada, lanza su aullido perpetuo
abriendo sus
entrañas a la nueva vida
y en ese
momento, todo lo pretérito cae
absorbido por
la profundidad irascible del espasmo.
La voz de la
llaga convertida en polvo
toma el vuelo
buscando su origen más allá de las estrellas.
La partícula
dios,
manipula a su
antojo los destinos de la humanidad
en hallar una nueva fórmula,
la receta con
los ingredientes perfectos de la existencia,
su origen, la
creación y posible destrucción.
Sin embargo,
los abismos guardan sus secretos con alevosía
y no darán
respuesta,
cerrarán sus
profundidades, acallarán los clamores
antes de que el
humano en su incesante búsqueda
apriete el
botón del exterminio.
Por eso,
será sólo un
repicar de campanas grises anunciando
la voz que no
queremos escuchar.
AMADEUS
Amadeus yace
recostado en la playa
su cuerpo
oxidado es lamido por la ola
una y otra vez.
Por entre las
vértebras de su esqueleto roído
anidan cientos
de pasajeros obligados,
jaibas y
ostiones se cobijan y le piden protección.
Oh Amadeus,
¿cómo llegaste allí?
¿Qué ola tan
grande levantó tu armadura
de fierro y
madera y te encalló en la arena?
¿El litoral de
los poetas te sedujo en busca de paz,
y te dejaste ir con tus dolencias a
cuestas
cuando la marea
empujó tu frágil estructura?
¿Cómo perdiste
la dignidad,
el orgullo que
tenías al navegar las costas?
Arreciando
tempestades, no le temías a nada.
Inflabas velas,
tronaban tus mástiles,
y la quilla de
acero se alzaba como una columna vertebral
con sus
cuadernas.
Elevabas ancla,
y un enjambre bullicioso de gaviotas
te acompañaba
hasta el horizonte,
abriendo un
camino de noctilucas proa al destino,
te alejabas
ululando un ronco silbido.
Amadeus, viejo
barco ballenero, te venció la codicia,
el afán de
perseguir la victoria.
Ahora los dedos
de sal penetran tus heridas,
muerden tu
esqueleto quejumbroso
y te roe el
viento desde la popa a la proa,
en busca del
timón y enfilar rumbo.
Los cangrejos
moradores te circundan
en el silente
deambular de las sombras,
pequeños
fantasmas peregrinos
alzan sus
tenebrosas pinzas,
hambrientos de
historias de lejanos viajes
en ultramar.
Viejo barco,
huérfano de todo,
sin tierra ni
futuro, sin capitán,
abandonado por
el tiempo en luna llena,
perdidos soles
y caducos eclipses.
Tienes una
plegaria en tus labios fracturados
cuando te mece
el vaivén de las mareas.
Amadeus,
anciano moribundo,
cada golpe del
mar que infructuoso
amenaza con
ímpetu mortal tu estadía,
estremece los
cimentos de tu carcasa.
Tus acerinos
pies desollados se hunden cada vez más en el olvido.
Eres sólo un
náufrago con un errático pasado,
un armazón de
fierros carcomidos por el mar,
sosteniendo en el aire el arpón tras una
imaginaria caza.
Amadeus, deja
de soñar, eres una triste fotografía en sepia
lamida por las
olas, acunada en brazos de sal.
Tus huesos
reclaman el descanso,
un sitio donde
reposar tanto rugido de mareas.
Cada instante
es más doloroso, los pernos que te mantenían
altivo caen en
la sedienta arena.
Todo en ti es un quejido lastimero
que retumba en la noche tranquila,
cuando las olas ronronean sumisas y los cardúmenes
asoman sus cabezas para contemplar la luna.
Amadeus, te adormeces poco a poco
con el recuerdo de una música celestial,
mientras lentamente tu estructura
va quedando esparcida sobre la playa
con el estoicismo de un beso marino.
HOMBRE DE LAS PROFUNDIDADES
Cansado del alma vagas hombre de mirada oscura,
de desgreñados cabellos, sudor y duelo.
Cansado de arañar la tierra, extraer
sus vísceras metales,
de oscurecer tu rostro
el ferruginoso cobre te ha hermanado.
Hombre minero, trabajador, entras al filón del desconsuelo
sin saber si volverás a ver mañana,
el azul del cielo en despedida,
el pájaro, el árbol, la montaña, el rostro infantil, el de tu casa.
Llevas el sabor amargo de la eterna
noche
que camina túneles y arterias,
se adentra como sombra
a tu cuerpo en agonía.
¿Reposarán algún día tus estrellas en el firmamento
de una verdadera noche?
¿O quedarás como quedan algunos cuando el socavón
los ha desconocido?
Hombre convertido en mineral, en piedra,
párpados que olvidaron la luz del día,
no lo sabes, pobre de ti, no lo sabrás nunca:
bajo el casco ennegrecido, tus ojos no han dejado de cuidar
los sueños refugiados en la
almohada.
Noches oblicuas te circundan sin más luz
que el encendido fósforo de tu
frente,
sin más calor que el reflejo cálido de la tierra.
Hombre minero, recio, cada vez que bajas al abismo espacio,
la muerte compañera se te adhiere
como sombra,
te sigue, no te deja, y apremia en
cada esquina
el momento que caigas en sus brazos.
Mas tú no temes, bajas decidido a la
batalla,
entras con coraje en las venas
mismas,
el corazón turbulento y rojizo de la tierra.
Y cada pedazo, cada gota de
petrificada sangre,
lágrimas cetrinas que emergen a la superficie,
llevan parte de tu integridad adjunta
en el ir y venir las galerías.
Porque ya eres parte de la piedra:
eres metal, polvo cósmico en la
roca,
el ADN, la enigmática Gea que se adentra por tus poros,
en cada paso, en la huella y en el
aire que respiras.
Hombre profundo de mirada oscura,
perteneces a la tierra, estas ligado al útero del magma
eres más que sangre, su propio cuerpo
y no podrás desasirte de su oscuro
abrazo
hasta la noche en que reclame tu estadía.
EL GRITO
El grito sale de la tierra, zigzaguea pidiendo auxilio,
marca la arena reseca y levanta una polvareda.
Lo han visto caminar enloquecido, azotar las paredes,
golpear puerta tras puerta
pero nadie escucha,
nadie abre los brazos para recibirlo,
consolarlo,
nadie abre la boca y denuncia.
Todos se asustan, ponen cerrojo,
clausuran las cortinas.
Tienen miedo, un miedo feroz.
La muerte es cosa seria, no se detiene a contemplar,
sólo arrasa,
devasta,
allana,
deja lágrimas de impotencia difícil de remediar.
El grito permanece titilando en los brazos del viento
que multiplica sus voces,
voces de mujeres,
voces sepultadas que afloran en desconsuelo,
voces que están allí, cerca,
asesinadas,
en donde el tiempo se detuvo,
quedan abrazadas a una artesanal cruz de madera,
lo único que las identifica.
El grito se ausenta
agotado por tanta indiferencia.
Mañana volverá, tal vez...
Tal vez alguien lo escuche...
DESAMPARO
El cielo estalla, lanza sus puñales transparentes
sobre la desesperanza del hombre.
Muerde los rostros, se desliza avasallando los sembrados
y decapita las nacientes hortalizas.
Vocifera con su voz tronante,
amenazando quedarse por un largo tiempo.
Caen sus colmillos encendidos
llagando los indefensos surcos,
la débil y desamparada semilla
fenecida por el rigor e inclemencia
del tiempo.
¿Dónde ha quedado el arcoíris de
risueño colorido,
lágrimas verticales prendidas
entre los hilos sutiles de la telaraña?
El viento solo vocifera con voz grave,
anuncia una tregua, un soplo de calma,
algo incierto desde luego,
una cornucopia inagotable como si
aun el trueno hubiera hecho del valle su
lid, su morada.
Los pájaros aúllan colados de miedos,
mientras las pesuñas del Siroco
desgarran
los nidos, mordisquean los huevos y roban plumas
valiosas en un abrigo de invierno.
Seres deambulan los destrozados sembradíos,
regañan a sus dioses con un dolor que les
corroe los huesos
y les abniega los ojos una lluvia salobre.
El desamparo se adueña de la calma,
libera la soledad y el hambre se
desboca
con su voz ausente de pan.
Desvalido el hombre de los surcos
va recogiendo su siembra de sudores
para alimentar con una tenue esperanza
los estómagos vacíos de su simiente.
Nació en el
puerto de Valparaíso, Chile. Escribe desde la edad de 9 años. Posee numerosos
libros inéditos de poesía tanto para niños como para adultos. Lo mismo pasa con
su género cuento. “Nuestro Secreto” es su primera novela dedicada a
niños (as) y jóvenes, la cual recibió una Beca de Creación Literaria 2009,
otorgada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile. Escritora y poeta con premios
internacionales (Canadá, México, Inglaterra, Chile y España).Ganadora de Los
Juegos Florales de Ciudad Guzmán, Jalisco, México 2004.